En Iquique (1986-1988) ya íbamos solos. Nos pasaban el dinero y partíamos al banco. No era necesario que nos acompañaran. Incluso una vez el colectivero nos preguntó a dónde íbamos. “Al banco a depositar a la Teletón”, respondimos con Denisse. Y nos pasó 100 pesos para que le depositáramos. Obviamente, lo hicimos. Ya desde un par de años a la fecha pongo la plata de mi bolsillo (ahh, esto de trabajar).
A estas alturas es una rutina hacerlo. Casi inercia. No cuestionaba mucho. Pero el año pasado me tocó hacer un reportaje. Hablé con familias cuyos hijos se atienden en la Teletón Antofagasta. Y recién comprendí, por primera vez, la importancia de esta institución.
Las familias no pagan un peso por el tratamiento de los niños, por increíble que parezca. Y los tratamientos son millonarios. Dan de alta a los pacientes a los 20 años y durante ese tiempo los menores, dependiendo de su discapacidad, usan unas cuatro prótesis. Cada una vale por lo menos dos millones de pesos. Imposible para una familia de clase media.
Muchas familias son pobres y si no fuera por la Teletón, no tendrían cómo costear las terapias, tratamientos y todo lo demás. Un piensa que los testimonios que se exhiben durante las "27 horas de amor" son “galletas”, libreteados... pero no es así. Yo fui un día cualquiera a la Teletón y las historias son parecidas.
Uno es escéptico y piensa que la plata se la guardan. Bueno, por lo que pude ver, el dinero es invertido. Y si se la echan al bolsillo, allá ellos, por lo menos tener la ilusión de ayudar es bonito.
y ahora vas con tu niña Cata a depositar.
ResponderEliminarEn cada paso estas TU
Te amo