Pero después, en flor de vuelta carnero, me compré un Kindle e hice una breve apología.Por cosas del destino y de ser volado, perdí el aparato. Pero me gustó tanto, es tan práctico, que me compré otro.Y así leí un libro tras otro. Hartos. Variados. Mucho Murakami. La trilogía Millenium. De todo un "cuantohay".
Y resulta que el encanto se acabó. Y básicamente porque siempre lees en el mismo formato, con la misma letra y el mismo soporte. Y quedas con la sensación de que lees un libro muy largo, eterno, cada texto sin importar el autor se transforma en un mero capítulo de una obra mayor, inorgánica, regida por la dictadura del Kindle.
Y así fue como me pillé echando de menos las hojas de los libros, los textos con identidad. Cada uno tiene tapas propias, diferentes tipos de cartón, de papel, de textura, suaves, ásperos, tipografías... Retomé las hojas con "Gog" (qué libro más loco) y con "Más allá del planeta silencioso" (Ransom es mi héroe).
Conclusión: que hay que tener los dos formatos al alcance de la mano, que no son excluyentes, al contrario, se complementan de la mejor forma.
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