martes, 15 de julio de 2008

Teodoro

Teodoro llegó a la casa cuando tenía cuatro o cinco meses. Lo hizo asustado. Venía de un lugar en el que no lo cuidaban. Con la cola abajo y medio agachado, recorrió el patio y la casa. Olfateó los rincones, nos olfateó a nosotros. A los cinco minutos ya estaba saltando y jugando. Era parte de nuestra familia.
El nombre no era muy original. Le puse Teodoro en homenaje a otro perro que tuve cuando niño. Y creo que no me equivoqué, porque fue igual de fiel, amistoso y juguetón.
Teodoro fue mi primer perro. Los de antes eran de la familia. Este era mío. Supuestamente era un pastor alemán, pero con el tiempo creció demasiado. Patas gruesas, una parada poco ortodoxa a los ojos de los exigentes, pelaje y ojos amarillos, daban cuenta que nunca habría ganado un concurso de raza.
Da lo mismo. Aunque me hubieran traído al mejor perro del criadero Vonhausfigs, no lo hubiera cambiado.
Al Teodoro lo crié yo, por él me angustié cuando le daban sus alergias, a él le construí la casa –que nunca ocupó-, por él adopté a la Marieta para que le hiciera compañía, por él nunca quise hacer viajes demasiado largos y por él lloré cuando tuve que tomar la decisión de eutanasiarlo.
Teodoro estuvo cinco años con nosotros y problemas con el hígado y riñón acabaron con su vida. Bajó de peso. Demasiado. Ya no era el perro vigoroso de hace dos o tres años, que me arrastraba cuando lo sacaba a pasear.
Estaba enfermo y cada vez estaba más flaco y débil. Pero nunca perdió las ganas de jugar, de complacerme. Dicen que el perro es el mejor amigo del hombre. Debe ser así.
El lunes Teodoro amaneció mal. Muy mal. No podía moverse. Comió y se acostó. Durante dos horas lo observé por la ventana. El no me veía. Trató de pararse cuatro veces y no pudo. Ni siquiera pudo apoyarse en las patas de adelante.
Pero cuando yo salí a verlo, aguantándose todo el dolor que sentía en ese momento, se paró, tomó su pelota y trató de correr como lo hacía siempre. No lo hacía por él. Lo hacía por mí. Para complacerme, para agradarme, para decirme que estaba contento de verme.
No pudo correr, caminó un par de metros y se cayó. Estaba cansado. Cansado de soportar tanto dolor, de luchar tantos meses, de tratar de ser el mismo de antes pero con un organismo totalmente deteriorado. En ese momento tomé la decisión de aplicarle la eutanasia. Era mi turno ayudarlo. No podía seguir sufriendo.
Lo enterré en el patio de la casa, al fondo, donde él siempre se movió con propiedad. Era su lugar, su terreno. En el hoyo le eché sus dos pelotas, las que siempre lo acompañaron, las que lo obsesionaban, las que nunca quiso compartir.
La última hora estuvo en nuestra cama. Anita y yo le hicimos mucho cariño. Siempre nos costó hacerle cariño. No porque no quisiéramos, sino porque él era demasiado inquieto. No aguantaba más de un minuto quieto, aunque le estuvieran haciendo cariño. Todo lo contrario de Marieta.
Puede ser una tontera, pero creo que muchos me entenderán: con esos ojos tan especiales que tenía, con esa mirada tan particular, creo que nos intentó decir que había dado todo de sí por seguir adelante, pero que ya no podía más.
Lo que las vitaminas, jarabes y medicamentos no pudieron hacer, él lo hizo con voluntad y tolerancia al dolor. “Tu perro es súper valiente”, me decía la doctora cada vez que le daba un pinchazo, que en los últimos meses fueron muchos. Nunca se iba a recuperar. En el mejor de los casos se iba a mantener. Pero no fue así. Su organismo colapsó.
Nunca olvidaré cuando nos inundó el patio (dos veces), cuando se sentaba en el fondo del patio con su pelota en los pies desafiando a que se la quitaran, cuando miraba por el hoyo de la reja esperando un saludo, cuando comía como desesperado –lo que nos obligó a ponerle piedras en el plato-, cuando me rompió mi camisa favorita o cuando corría y corría simplemente porque uno salía al patio. Nunca lo olvidaré...

viernes, 11 de julio de 2008

No sé qué hacer...

Lo mismo pasa con:
- pasta de dientes
- cepillo de dientes
- desodorantes
- shampú
- perfumes
- arriendos de películas
- pilas recargables
- cámara fotográfica digital
- chocolates en la Zofri
- CD y DVD
- Y muchas otras cosas que no me acuerdo, pero que me complican....

martes, 8 de julio de 2008

Preciso y conciso

Totalmente de acuerdo con la opinión de este antofagastino. El rayado original decía "Carlos López Alcalde". Hoy sólo queda el puro "Alcalde". Está frente al Jumbo de la Avenida Angamos. "Queremos propuestas, no sus nombres y caras", escribió un anónimo sobre la obra de arte electoral. Simple, directo, sensato y tremendamente acertivo. Preciso y conciso.

PD: No sé si será verdad, pero el alcalde de Sierra Gorda Carlos López aseguró a un canal de televisión que irá por la reelección de esa comuna, desechando postular por Antofagasta. Si es así, para qué rayó los muros de Antofita, me pregunto yo.


viernes, 4 de julio de 2008

La doctora...

“Antofagasta mejora con la doctora”, dice el eslogan de Marcela Hernando, la ex intendenta que ahora quiere se alcaldesa. Ya hay cientos de carteles dando vuelta por la ciudad, en un esfuerzo por adelantarse al resto de los candidatos y sacar los mayores dividendos.
En el primer letrero que Hernando sacó aparece con un traje blanco de dos piezas, a lo Michelle Bachelet. Pero después publicó otro. Sale con una polera roja, mucho más relajada, más informal. Supongo que ésta última es la imagen que cultivará. En la otra todavía parece intendenta.
"FIRME AHORA YA"
La recolección de firmas y visitas a terreno son las otras estrategias que, a cuatro meses de las elecciones, la doctora que todo lo mejorará trabaja para llegar a la muni. Harta plata.
El otro día iba por el Paseo Prat y estaba la mesa de sus partidarios. Pedí un programa para ver qué es lo que propone la ex intendenta para la ciudad. Me dijeron que me daban uno si firmaba altiro. No firmé, pero igual me llevé el programa. “Déjeme informarme primero y después firmo si me interesa”, le respondí al caballero. No sé si toda la gente hará lo mismo o firmará sólo por hacerlo. Detalles.
¿SOY DOCTORA... Y TÚ?
Ahora, claramente Marcela Hernando se está posicionando. Su nombre tiene que ser conocido por todos y en todos lados. Está obligada a hacerlo, porque muchos la conocen sólo como la ex intendenta. No todos leen los diarios o ven las noticias.
Si uno se pone imaginativo, se podría decir que el eslogan –“Antofagasta mejora con la doctora”- es un golpe directo al alcalde Daniel Adaro, que tiene a la ciudad a maltraer y, por lo que se sabe, no tiene profesión conocida. Todos dicen que la pelea será entre ellos.
Más atrás está Carlos López, el inefable alcalde de Sierra Gorda, que con su cuasi atentado contra James Bond se hizo famoso. Y ahora con la Copa Davis pareció sumar más puntos. El dice querer ser alcalde de Antofa, pero muchos ponen en dudas si la intención es seria o un bluf político.

jueves, 3 de julio de 2008

Ingrid Betancourt libre

Recuerdo que a Ingrid Betancourt la secuestraron en el tiempo en que yo trabajaba editando un suplemento de noticias nacionales e internacionales, hace seis años, en febrero de 2002. El famoso Cuerpo B. Fue la noticia de cabecera durante varios días, pero después el interés noticioso bajó y ella desapareció de los medios.
Fueron seis años de secuestro en manos de las FARC y su nombre reaparecía de manera esporádica, básicamente en los aniversarios de su plagio. Pero nada más. Sólo ameritaba para una columna en una página. Una nota secundaria.
Eso me llama poderosamente la atención. Las personas son noticias mientras haya interés, pero después se olvidan. Al comienzo trataba de publicar noticias de todos los muertos y secuestrados en Colombia. Como recién me estaba interiorizando en el tema, todo me impactaba.
Pero la realidad te da en la cara y con el tiempo aprendí que un par de muertos en otro país no siempre tiene asegurado un espacio en los diarios o noticieros.
Todo depende del número de muertos. Pasa lo mismo con el conflicto de Medio Oriente o con la guerra de Irak. ¿A alguien le impacta que haya 10 muertos en un atentado en Irak? A estas alturas creo que no.
En Facebook muchas personas escribieron que estaban contentas por la liberación de Ingrid Betancourt. Supongo que es una reacción natural ponerse alegres por una noticia. Bien por esas personas.Ahora seguramente vendrán cientos de notas, artículos y columnas sobre la ex presidenciable colombiana. ¿Cuánto durará? Un par de días. Y qué pasa con los otros secuestrados colombianos que siguen en poder de los guerrilleros o paramilitares que por ser anónimos –Betancourt era senadora y presidenciable- están en el olvido. Seguirán allí, en el olvido, eso es seguro. No son tema para los medios.

miércoles, 2 de julio de 2008

¿Cuál es tu contraseña?

Hoy puedes hacer y tener casi de todo por Internet. Comprar, pagar, banco, casa comercial, suscribirte a revistas, a foros, a sitios para bajar series y música, correos, blog, facebook, fotolog, respaldos online gratis…. casi de todo.
El problema, por lo menos para mí, es que en todos los servicios te piden inscribirte y poner contraseñas. El drama es que las contraseñas se me olvidan, se me confunden, intento una y otra vez y te termino bloqueando el acceso. Y así van muriendo las ganas de entrar a la dichosa página. Me ha pasado varias veces.
Una opción sería usar el mismo nombre de usuario y la misma clave en todos lados, pero “no poner los todos los huevos en una sola canasta” es un consejo que se aplica a las mil maravillas.
Lo que complica es que, por lo menos en mi caso, no retengo todas las contraseñas. En el banco, por ejemplo, me piden actualizarla cada un par de meses. La creatividad no me acompaña mucho y simplemente le voy agregando números a la contraseña original.
Hay contraseñas obvias, como las fechas, sobrenombres o mascotas, pero aún así se confunden. Los expertos recomiendan las alfanuméricas, pero eso significa retener más claves en la cabeza. Peor. Cosas de la tecnología.