viernes, 4 de julio de 2014

No me gusta el fútbol


No me gusta jugar fútbol. Nunca me gustó. Soy malo para el fútbol. Siempre fui malo para el fútbol. Desde chico fui consciente que no me gustaba jugar a la pelota y que era malo para la pelota. Pero en ese entonces, en los 80 y 90, el fútbol era el único deporte que se practicaba con frecuencia y dedicación en los colegios. Es que Chile es un país de pelotas y peloteros.
Cuando en el recreo o en las clases de Educación Física los mejores debían elegir a sus equipos, a mí siempre me señalaban al final. Nadie me quería en sus equipos.Y si el número de jugadores era impar, me iba al equipo que hacía el gol primero, pero me aceptaban a regañadientes.
Cuando estaba en cuarto básico, en el Instituto de Rancagua, estábamos jugando a la pelota en Educación Física. Las clases se restringían a correr un rato y después jugar al fútbol. Como nunca fui hábil con el balón en los pies, inconscientemente me ubicaba atrás, como defensa. Entendí que era más fácil marcar que crear, destruir que construir, pegar que habilitar. Desde el área contraria sale un pelotazo alto, con potencia. El balón viene directo a mí, sé que debo cabecear, pero no sé cabecear, así que me quedo quieto y recibo el pelotazo en mi rostro. Siento la cara caliente. No sé si por el golpe o por las risas de mis compañeros.
No sé por qué soy tan malo para la pelota. Mi papá era muy buen futbolista. Tenía técnica, buena pegada, buena visión de la cancha, habilitaba, marcaba y hacía goles. Jugaba como Vidal. Mi abuelo, mi tío, mi primo, mi otro primo...todos buenos para la pelota. Yo no. Los zapatos de fútbol que tuve los usé para jugar béisbol en Tocopilla.
En Calama, al frente de mi casa, había pasto y cancha de baby. Jugaba con mis amigos. Ellos eran buenos. Yo no. Pero éramos tan pocos que siempre me incluían. Jugábamos arco-arco. Hacer goles de un arco al otro. Yo con suerte llegaba al otro arco. Puntete era mi tiro preferido. El único que me salía con algo de fuerza. Si quería pegarle borde interno, colocarla, apenas pasaba la mitad de cancha. Lo mismo borde interno. Sólo recuerdo que una vez me salió un golazo. Lo raro es que le pegué con la zurda y tengo la certeza de que no soy zurdo.
En el Instituto Obispo Luis Silva Lezaeta de Calama, para el aniversario, se realizaba un campeonato de fútbol. Era lo más esperado. Todos los lolitos se preparaban para jugar. Hasta entrenaban. Los niños jugaban, se pavoneaban, se barrían, corrían, saltaban, marcaban goles; y las niñas hacían barra, saltaban, coquetas. El sempiterno juego de la selección de especie de la enseñanza media.
Yo estaba mirando y un compañero sale lesionado. No teníamos más jugadores, así que me piden que entre para completar los 11. Esa era mi única misión. Completar los 11. Al igual como cuando chico, me retraso naturalmente, al bordeo del área grande. Ganábamos 2-0 y con ese resultado avanzábamos a la siguiente fase. Estábamos en el segundo tiempo. Por el calor de Calama jugábamos 40 minutos por lado.
Como nunca, ganábamos. Teníamos el partido controlado. O tenían, porque yo no hacía mucho. De repente un delantero del "B" (nosotros éramos el "C") sale en fuga, con la pelota controlada. Salgo a marcarlo. El árbitro cobra falta. Me dice que usé las manos para detenerlo. Yo estoy seguro que no fue así. O quizás sí. La verdad es que no sabía marcar bien. !Tiro libre!
El delantero ubica la pelota, armamos la defensa. El árbitro pita. El jugador le pega fuerte, la pelota sobrepasa nuestra defensa por alto, me doy vuelta y veo cómo la pelota se cuela en el lado izquierdo del arco. La volada de nuestro arquero no fue suficiente. Son grandes los arcos. Miden 2,44 metros de alto y 7,32 metros de ancho. En la tele no se ven tan grande. Si te paras bajo un arco, te das cuenta que cuesta mucho cubrirlo o llegar a todas las pelotas si van bien colocadas. Esta iba bien colocada. No pude evitar sentirme mal. Ese gol fue mi responsabilidad. Fue mi culpa. Yo cometí la falta.
Faltaban unos 5 minutos para que terminara el partido. 5 minutos para clasificar. Otro pelotazo y el delantero rival sale raudo detrás de la pelota. Corro a su lado. Debo marcarlo. Miro la pelota. Quiero tocarla, sacársela, pero no alcanzo. Pienso agarrarlo de la camiseta, pero el árbitro cobrará otra vez falta. Así que lo persigo. Pero el tipo es rápido hábil. Llega al borde del área grande y patea fuerte, abajo, recto. El arquero vuela pero no llega. Gol. Empate. 2-2. Otra vez mi culpa. Al rato termina el partido y quedamos eliminados. No sé qué habrán pensado mis compañeros, pero me sentí culpable de la eliminación de mi curso.
Creo que en la universidad alcancé mi peak como futbolista. Jugábamos sólo baby fútbol. Como era malo, corría harto. Debía compensar mi falta de talento. Correteaba todo el rato a los delanteros y cuando lograba quitarles el balón, se lo pasaba a compañero más cerca. En los 5 años de universidad, con suerte, habré marcado un par de goles. Recuerdo un partido en que me salió todo lo que intenté. Pero como era un amistoso, un picado, no tuvo mayor relevancia.
Ya viejo, sobre los 30 años, con los amigos formamos el club "Don Raúl". Jugábamos todos los viernes en la noche. Puros viejos cracks. La idea era botar las tensiones de la semana y pasar un buen rato. Me gustaban esos partidos, porque no había competencia, no jugábamos por ganar, solo pasarla bien. Pero igual era malo. El más malo de todo. Pero era uno de los organizadores, así que mi presencia estaba segura en la cancha. Rojos y blancos. Esos eran los equipos. Alternábamos. Jugamos casi tres años. Creo que marqué un par de goles. No sé cuántos. No muchos. Sé que uno al menos. Lo recuerdo. Un tiro de esquina, yo parado en el borde del área grande, la pelota llega a mi de rebote, le pego y entra al arco. Fue golazo. Lo celebramos mucho porque yo nunca hacía goles.
Como hincha también soy malo. Me gusta Colo Colo. Pero no veo los partidos, no me sé los nombres de los jugadores, no llevo el recuento de puntos y no me entero de los resultados hasta verlos al otro día en el diario. Mi época de seguidor acérrimo fue con Colo Colo 91. Me sé el nombre de varios jugadores de ese histórico plantel. Del equipo de hoy no puedo decir lo mismo.
Veo los partidos de la Roja. Me interesan los de las clasificatorias y los mundiales. No los amistosos. Quizás soy hincha exitista. Vi los partidos contra Australia, España, Holanda y Brasil. Me alegré con los triunfos y me dio lata por las derrotas. No llegué al extremo de sufrir por la eliminación del Mundial. Tengo amigos peloteros, con hijos peloteros. Es entretenido verlos sufrir y reír por el destino del balón. Creo que esa es la gracia del fútbol. No lo que pasa en la cancha con los 11 jugadores, sino todo lo que genera, las historias que cada hincha cuenta, cómo ven los partidos, lo que les genera. Me entretiene más lo que pasa fuera dela cancha.







No hay comentarios:

Publicar un comentario