lunes, 23 de septiembre de 2013
El desierto
"Despoblado, solo, inhabitado". Esa es la definición que da la RAE a "desierto".También "territorio arenoso o pedregoso". Pero desierto es mucho más que eso. Es imaginación, es color, es vida, es recuerdo, es epopeya, es tenacidad, es dolor y esperanza a la vez. Jodorowsky lo resume bien: "Un ciego, con su bastón blanco, en medio del desierto, llora sin poder encontrar su camino porque no hay obstáculos".
jueves, 12 de septiembre de 2013
Sentado frente a un personaje histórico
Entrevisté a muchas personas durante mi paso por El Mercurio de Antofagasta. Pero la conversación con Carlos Paez, sobreviviente de la tragedia de Los Andes, fue una de las que más recuerdo. No todos los días estás frente a un personaje histórico. Acá la entrevista que se publicó en mayo de 2008.
Rescate
Carlos Paez, sobreviviente de la tragedia de Los Andes:
"Para llegar a Dios, es mejor un mal piloto que un buen cura"
Los tres jóvenes caminan a duras
penas. Casi ni hablan. El frío, el cansancio y el hambre causan estragos. La Cordillera de Los Andes
a más de 4 mil metros de altura no entrega ningún tipo de concesiones.
Ya han pasado 24 días desde el
fatídico 13 de octubre en que el avión uruguayo se precipitó en la montaña con
45 ocupantes. Venían a jugar rugby a Chile pero el destino les jugó una mala
pasada. Los muertos suman 26 y la carrera contra la naturaleza, el tiempo y la
desesperanza no da tregua.
Tras un par de fallidas
expediciones en busca de la cola de la nave, donde está el equipaje, alimentos
y otros pertrechos, sale una nueva misión. Roy Harley, Antonio Vizintín y
Carlos Páez, “Carlitos”, el menor de todos los sobrevivientes, son los
elegidos.
“Garra celeste”
“No creo que lo logremos, me
duelen las piernas, no puedo avanzar más”, dice Harley. Llevan cojines
amarrados a los pies para sortear la espesura de la nieve. Pero no se trata de
eso, sino de agotamiento, físico, mental y espiritual.
“Vamos, tenemos que llegar,
¡arriba la garra celeste!”, anima “Carlitos” con sus escasos 18 años, mientras
piensa en su familia, en las cenas que su madre le prepara todos los viernes y
en que si se salva y tiene un hijo, se llamará Carlos, igual que él.
Tras dos días de dura caminata
encuentran parte del fuselaje. La puerta trasera del avión, dos cacharros de
aluminio y otro recipiente con residuos de café. Nada demasiado útil. Regresan
al campamento.
Semanas después se organiza una
nueva expedición. Los supervivientes ya llevan 60 días en la nieve,
alimentándose de sus compañeros muertos, abandonado por el mundo, pero con la
convicción de que saldrán adelante. Antonio Vizintín, Fernando Parrado, y
Roberto Canessa conforman el nuevo equipo.
Rescate
Después de 10 días de inclemente
e “inconsciente” caminata, el 21 de diciembre de 1972, el arriero chileno
Sergio Catalán los avistó. Parrado le lanza una piedra con una nota.
“Vengo de un avión que cayó en
las montañas. Soy uruguayo. Hace 10 días que estamos caminando. Tengo un amigo
herido arriba. En el avión quedan 14 personas heridas. Tenemos que salir rápido
de aquí y no sabemos cómo. No tenemos comida. Estamos débiles. ¿Cuándo nos van
a buscar a arriba? Por favor, no podemos ni caminar. ¿Dónde estamos?”, dice el
papel arrugado.
Al otro día, helicópteros
chilenos llegan hasta el lugar del desastre y rescatan a los sobrevivientes de
la tragedia de Los Andes, “la historia de supervivencia más increíble de todos
los tiempos”, como dice “Carlitos”, 35 años y cinco meses después, sentado en
el lobby de un hotel de Antofagasta, hasta donde llegó para dictar una
conferencia motivacional.
Un “héroe”
¿Usted se considera un héroe, un
superviviente, un privilegiado de la vida….?
- Me considero un hombre común
al que le tocó vivir un hecho extraordinario, así de simple… te diría incluso
peor que un tipo común, porque era un consentido, un caprichoso. Tenía niñera
en esa época.
Pero aún así salió adelante…
-El ser humano tiene recursos
desconocidos y muchas veces el camino más fácil es no encontrarlos. Pero no
necesariamente hay que vivir Los Andes para darse cuenta que uno tienen
recursos desconocidos. Para mi fue una buena lección de vida.
¿Cómo fue la primera noche?
- La primera noche fue atroz,
gente muriéndose, temperaturas bajo cero, no teníamos ropa adecuada, estaba en
la cola del avión… En la
Cordillera de Los Andes tienes 25 grados bajo cero de día y
40 bajo cero durante la noche. No da tregua.
Usted era el menor de la
expedición, tenía apenas 18 años…
-Cuando yo veo a un chico de 18
años ahora no puedo creer a esa edad me tocó vivir esto, que sin duda es “la”
historia de supervivencia, no hay otra.
El día 10
Fueron 72 días en la cordillera.
¿Cuándo se dieron cuenta que esto iba para largo?
-Siempre tuvimos la esperanza de
que podría pasar algo al otro día, nuestra lucha fue día a día, pero en el día
10 nos enteramos por radio de que no nos buscan más, lo que fue una buena cosa…
¿Cómo es eso?
-Aunque parezca mentira, fue una
buena noticia el tomar conciencia de que la respuesta estaba en nosotros
mismos. O sea, el dejar de esperar para comenzar a actuar. Hasta ese momento
fuimos sobrevivientes, que es el que se mantiene con vida esperando que lo
vengan a rescatar, pero de ahí en adelante nos convertimos en otra cosa...
Su libro se llama “Después del
día diez”…
- Sí, porque ese día cambia la
historia y cambia a raíz de una mala noticia que nosotros transformamos en
oportunidad.
¿Estaban todos sus compañeros
con esa disposición o a esa altura ya había algunos resignados, entregados a lo
que viniera?
- Había de todo, pero el grupo
al final es lo que prevalece. Yo mismo me entregué muchas veces, pero el grupo
te levanta. En grupo el dolor es menos dolor y la alegría es más alegría.
¿Cómo era el día a día, de qué
conversaban…?
- Una de las cosas que yo más
aporté al grupo fue el sentido del humor, que es difícil, pero muy importante.
Si tú ves el personaje que hace de mí en la película “Viven”, siempre está en
un plano de buena onda. Hablábamos permanentemente de restonares…
¿Y porqué de restoranes?
- Era una especie de masoquismo,
era rarísimo, era una obsesión. Venía uno y decía “yo estuve en tal restauran
donde se comía capelleti” y después venía otro y así…tenemos anotados 120
restaurantes con los platos de cada uno.
Y en qué momento se acordaban de
la familia, de los amigos, las novias...?
- Hasta el día diez fue
permanente, después cuando nos enteramos de que no nos buscaban más, ya no
había espacio para la familia. Había espacio para salir de ahí con el objetivo
familiar, pero no el lamento permanente. Yo mismo escribí el 23 de octubre,
diez días después del accidente, una carta a toda mi familia y creo que la idea
era olvidarme.
¿Algún instante imborrable?
- El momento del accidente lo
tengo grabado, cuando nos avisan que no nos buscan más también, porque insulté
como loco, y después la avalancha a los 16 días, que fue espantoso, porque ahí
perdí a mis dos mejores amigos. Y ni que hablar cuando nos rescataron, que fue
el momento más lindo de mi vida.
Cumpleaños
Usted celebró su cumpleaños
durante la avalancha (31 de octubre) bajo la nieve...
- Mis compañeros me preguntaban
“Carlitos, cómo pueds festejar, si han muerto ocho personas y estamos
enterrados en la nieve”. Yo decía que mientras estemos con vida vale la pena
celebrar las cosas.
¿Se sintió olvidado?
Claro, cuando nos enteramos que
no nos buscan más. No podía entender que el mundo siguiera andando. Es el
primer garrotazo a la arrogancia. Fue una de las cosas que más me molestó, pero
también nos mostró que la solución estaba en nosotros. También ayudó mucho la
inconciencia de la juventud…
¿Por qué inconciencia?
- Hicimos cosas increíbles
porque no teníamos la conciencia alguna, como la caminata de Parrado y Canesa.
Treinta ycinco años después National Geographics contrató alpinistas y
demoraron el mismo tiempo. Y estos no tenían nada, sólo zapatos de rugby.
Antropofagia
Mucho se ha hablado de la
antropofagia que practicaron. ¿Es un tema para usted, lo recuerda en la
intimidad o sólo cuando se lo preguntan?
- Todos los temas son
importantes, pero no más que otros. La sed, el frío y el hambre fueron
importantes. Pero, claro, cuando se dio el caso nuestro no había una historia
anterior. Si lo mismo ocurriera ahora, ya existe una referencia de lo que se puede
hacer para sobrevivir. Una vez que la sociedad lo entendió, y además el Papa
Pablo VI nos mandó una carta de puño y letra, pasó a ser un tema más.
¿En qué momento deciden hacerlo?
- A los 10 días. Es una idea que
empieza a surgir en todos al mismo tiempo, pero nadie se animaba a compartirla,
porque teníamos la esperanza de que nos encontraran. Pero en el momento en que
nos enteramos que no nos buscan más, ese día se precipitan los acontecimientos.
¿Es un tema cerrado?
- Nos pasamos 10 días sin comer
absolutamente nada, entonces si me dices si cambiaría algo de Los Andes, te
respondo que nunca hubiera esperado los 10 días. Hubiese empezado antes.
Dios
¿Se enojó con Dios?
- Me enojé con la avalancha,
porque era como que Dios nos daba la espalda. Era el accidente, que no nos
buscan más, tomar la decisión de alimentarnos de nuestros compañeros muertos y
además la avalancha, era un poco mucho.
¿La percepción de Dios que usted
tiene debe ser muy distinta al común de las personas?
- Absolutamente. En el principio
de la película “Viven” John Malkovich, que hace el papel mío, dice que una cosa
es el Dios que te enseñan en el colegio y otra cosa es el Dios que conoce en
Los Andes. Eso lo escribí yo. Una vez le dije a un obispo “para llegar a Dios,
es mejor un mal piloto que un buen cura”.
¿Cómo recuerda el 22 de
diciembre?
- Me acabas de decir 22 de
diciembre y se me eriza la piel (muestra su brazo), porque lo veo como el día
más lindo de mi vida. Por eso tengo un corazón muy chileno, porque de alguna
manera esa llegada de los helicópteros, esa alegría… es muy difícil de
describir, fue como nacer de nuevo. Era el final de la historia, el final del
dolor, pero por sobre todas las cosas era el principio de la libertad, el
volver a casa…
¿Cómo cree que sería su vida actualmente
si no hubiera ocurrido la tragedia?
- La
verdad es que sería un gran pelotudo, porque no me hubiera dado cuenta por
dónde es el camino. Fue el garrotazo que yo precisaba para darme cuenta. A
veces tener padres que todo te lo permiten conspira en tu contra. Yo perdí a
mis mejores amigos, pero es una historia que me ayudó.
martes, 10 de septiembre de 2013
C'est la vie...
Imaginé mil cosas a su lado. Imaginé paseos bajo los árboles tomando un helado, la brisa en la cara, el sol amable. Imaginé viajes, fogatas en la playa y destinos exóticos. Ella y yo. Imaginé un entretenido matrimonio, lindos hijos y años de felicidad. Me había enamorado. Un amor violento. Era alta, delgada, alternativa, desfachatada, atractiva, inteligente. Imaginé mil cosas junto a ella. Imaginé tantas cosas que no me di cuenta cuando se bajó del metro. Fue amor de una estación.
(Esto es viejo, lo escribí en el teléfono hace 671 días, el 09.11.2011, a las 12:23 horas. Claramente iba en el metro. Lo copio acá porque está en el celular que doy de baja).
(Esto es viejo, lo escribí en el teléfono hace 671 días, el 09.11.2011, a las 12:23 horas. Claramente iba en el metro. Lo copio acá porque está en el celular que doy de baja).
La jaqueca cobarde
La jaqueca es cobarde. Se asoma muy lentamente. No quiere que la descubran. Primero lanza una suerte de avanzada. Sientes una pequeña molestia, casi imperceptible, en la cuenca del ojo. Te engaña, porque piensas que es falta de sueño, una rabia pasajera o que el problema es tu ojo. ¿Me estaré quedando corto de vista?
La incipiente migraña, cuando encuentra terreno fértil, avanza firme. Deja caer todo su peso, su desagradable presencia. Entrecierras el ojo. Sólo así puedes enfocar mejor. Ya desatada, te golpea, te machaca un sólo punto de la cabeza. Generalmente cerca de un ojo. Saca su aguja y la hunde con fuerza en tu cráneo, penetrando con eficacia y eficiencia. Hasta el fondo. El dolor es focalizado, pero el malestar se generaliza. Tiene sus armas la migraña. Si ataca con fuerza te molesta la luz, los ruidos, te late la cabeza y hasta te genera malestar estomacal. Uno llega a odiar a la jaqueca. Pero, como en muchas cosas, es compañera de toda la vida. Mejor que pelear con ella, es acostumbrarse y aprender a sobrellevarla. Un par de pastillitas y se calma hasta que se aburre y vuelve a aparecer.
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