
Llegó la era del CD y había que actualizarse. A mediados de1994, después de hinchar bastante, mi santa madre me pasó plata para comprarme un reproductor de discos compactos, no sin antes explicarle y convencerla de lo necesario y urgente que era escuchar música con mejor fidelidad. Debo decir que no fue fácil.
En un viaje a Iquique me compré un aparato Samsung. Era negro, cuadrado y pesado. Traía transformador, un pequeño bolso y usaba cuatro pilas AA. Me costó 35 mil pesos en la Zofri. En ese viaje también me compré el disco “Zooropa” de U2. Fue mi primer CD.
El reproductor sonaba de lujo. Lo conectaba al equipo y ponía mi música. “Achtung Baby” de U2, “Images” de Jean Michel Jarré y “Poderoso” de Marcos Witt fueron las siguientes adquisiciones.
Lo malo del Samsung, que todavía lo tengo, es que no era tan, tan, tan portátil. Era pesado, pero eso era un detalle. El gran problema es que se saltaba con una impresionante facilidad. Lo movías un poco y el disco se saltaba. Si estabas caminando no escuchabas mucho. Te sacaba de quicio.
Dejé de escuchar música portátil por muchos años. Recién el año 2000 actualicé mi reproductor. Ya estaba trabajando y me podía dar un gustito. Elegí un CD player Sony que no se saltaba. Lo sacudías, lo lanzabas sobre la cama, rebotaba y seguía sonando.
Además, el dichoso aparatito traía una conexión para la radio del automóvil, así que era todo lo que uno podía querer. Lo usé hasta que colapsó. Paseos en bicicleta, viajes, trámites en el banco… para todos lados me acompañaba. También lo tengo guardado.
Lo malo de esta época –porque siempre hay un lado malo-, es que cuando estaba indeciso y no sabía qué escuchar, echaba varios discos a la mochila. Y esos varios discos ocupaban su buen espacio. Portátil sí, pero nunca tan cómodo.